martes, 15 de julio de 2008

Adelgazar en familia


La reeducación de los hábitos alimentarios, del estilo de vida y de algunos aspectos emocionales empieza a dar resultados tangibles en niños obesos o con sobrepeso. Niñ@s en movimiento, un programa que se lleva a cabo en el Servicio de Pediatría del hospital Materno-infantil Vall d'Hebron de Barcelona desde hace cinco años, ha conseguido facilitar la pérdida de peso y modificar los hábitos alimentarios y los trastornos emocionales que contribuyen a desarrollar la obesidad, en niños de entre 7 y 12 años. Los autores de este programa, único en España, acaban de publicar los primeros resultados de su aplicación entre 2005 y 2006 en un grupo de 81 niños y niñas, en la revista Medicina Clínica. Durante ese periodo, redujeron en casi 20 puntos la prevalencia de obesidad del conjunto de la muestra, y los niños mejoraron también en otros aspectos tan relevantes como la calidad de la dieta o el riesgo de padecer ansiedad o depresión.


Ahora, los investigadores, coordinados por el jefe del Servicio de Pediatría de Vall d'Hebron, Antonio Carrascosa, proponen su implantación en centros de asistencia primaria para tratar la obesidad infantil y prevenir su progresión en la adolescencia y la vida adulta. Y para conseguirlo ya han empezado a formar profesionales de la salud en diversas ciudades españolas para que puedan desempeñar el papel de "educadores en obesidad infantil", aprovechando la experiencia y el material didáctico elaborado en el programa.


Estructurado en 11 sesiones grupales de 90 minutos de duración y periodicidad semanal, con los niños y sus familias de forma separada, emplea "técnicas de reeducación cognitivo-conductuales y afectivas, como cuentos y registros de conducta, para abordar temas relacionados con la alimentación, la emocionalidad y los estilos de vida", explica Sandra Gussinyer, psicóloga clínica infanto-juvenil y miembro de la Unidad de Obesidad Infantil del hospital Vall d'Hebron. Inspirado en otros programas que se llevan a cabo en Estados Unidos y Canadá, y siguiendo las guías derivadas del consenso de diversas sociedades científicas, nacionales e internacionales, en los grupos se trabajan conceptos como la publicidad engañosa, el autocontrol, la imagen corporal, la autoestima, la relajación y los derechos personales. Asimismo, se enseñan una serie de pautas de alimentación sanas y equilibradas, sin restricción calórica, y se promueve la actividad física, estimulando la práctica de un ejercicio estructurado tres veces por semana.


La media de los valores del IMC o índice de masa corporal (valor resultante de dividir el peso entre el cuadrado de la altura en metros) del total de la muestra al finalizar el programa fue significativamente menor que la inicial, una diferencia que se observó tanto en niños como en niñas. Al comenzar el programa, 14 niños (17,3%) presentaban valores de IMC en la categoría de sobrepeso y 67 (el 82,7%) en la de obesidad. Al finalizarlo, en cambio, 4 niños (el 4,9%) tenían valores de IMC normales, 25 (30,9%) tenían valores indicativos de sobrepeso y 52 (64,2%) de obesidad.


Los parámetros que medían la calidad de la dieta mediterránea también experimentaron cambios significativos. Mejoraron los hábitos alimentarios (con un aumento significativo del porcentaje de consumo de frutas, verduras, pescado, pasta o arroz y lácteos) y, lo que es muy relevante como factor de predisposición a la obesidad, disminuyó del 36,8 al 11,8 el porcentaje de niños que se saltaban el desayuno, y del 14,4 al 1,3, el de los que tomaban golosinas a diario. El seguimiento del programa consiguió también reducir el riesgo de sus participantes a padecer un trastorno de ansiedad y depresión, en el 16,2 y el 6,8%, respectivamente, y aumentó su autoestima, según las escalas de los cuestionarios utilizados. En tres niños no se presentaron cambios en el IMC y en otros seis aumentó.


Por todo ello, proponen que el programa continúe en los niños y las familias que respondieron de forma deficiente y se prevé un seguimiento durante cinco años para el resto.
"Nuestros resultados no pueden ser generalizados a toda la población, porque cuentan con el factor motivación", explica Carrascosa. Este pediatra insiste en que, justamente, una de las claves del éxito es que "posibilita un espacio para que los niños y sus familias puedan hablar libremente de sobrepeso y obesidad". Para los que quieran pensárselo, Niñ@s en movimiento. Guía integral para el sobrepeso infantil (Ediciones Ceac), escrito por Gussinyer y Norma I. García-Reyna, nutricionista y doctora en Psicología infanto-juvenil de la misma unidad, contiene testimonios y el material que diseñaron para el programa.




Genotipo ahorrador en la sociedad de la abundancia


En España, las cifras de prevalencia del sobrepeso y la obesidad en niños empiezan a dibujarse en negro. El estudio más reciente, publicado en el número de junio de Anales Españoles de Pediatría, midió el índice de masa corporal (IMC) de 34.000 adolescentes del País Vasco, Zaragoza, Andalucía y Cataluña: el 20% de los chicos tenían sobrepeso al cumplir los 18 años, una cifra sólo superada por Estados Unidos, y entre las chicas, el valor sumaba el 15%, debido, según los investigadores, a la preocupación por la dieta y el propio cuerpo que empieza a detectarse a estas edades. El IMC se situaba en la categoría de obesidad en el 3% de la misma población, una cifra parecida a las de nuestro entorno europeo.


"De seguir así, por primera vez en la sociedad del desarrollo, niños y adolescentes podrían tener unas expectativas de vida menores que sus progenitores", advierte Antonio Carrascosa, jefe del Servicio de Pediatría del hospital Vall d'Hebron y coordinador también de este trabajo. ¿Por qué se ha llegado a esta situación? Según Carrascosa, "nuestra especie lleva millones de años adaptándose a vivir con la mínima cantidad de energía, en unas condiciones de carencia de alimentos que se han roto de forma brusca en los últimos 50 años".


Tenemos un genotipo "ahorrador" que tiene dificultades para adaptarse a esta sociedad de la abundancia, insiste este catedrático de Pediatría de la Universidad Autónoma de Barcelona.
La prevención es la respuesta, pero hay que empezar durante los primeros años de vida, subraya Carrascosa. Y es que, según este pediatra, cuando un niño entra en la pubertad con sobrepeso, ya es muy difícil equilibrar la balanza. Por eso, el programa Niñ@s en movimiento actúa en la etapa de la prepubertad, entre los 7 y los 12 años, cuando todavía se puede trabajar no sólo el estilo de vida, sino también el componente emocional, que tiene "una gran importancia", según Sandra Gussinyer, psicóloga clínica y coautora del programa. "En muchos casos, vemos gran cantidad de problemas derivados de una estructura familiar débil y poco contenedora", explica. Pero no hay que señalar, sino trabajar mucho y muy bien la culpabilidad.


"Al individuo obeso no hay que acusarle, sino ayudarle a dejar de ser obeso", enfatizan tanto Gussinyer como Carrascosa. En el estudio publicado en Medicina Clínica, los autores trazan un mapa de ruta para conseguirlo: "combinar una alimentación no carencial y equilibrada que permita un crecimiento adecuado, el incremento de la actividad física y la modificación de actitudes y comportamientos alimentarios, tanto del niño como de su entorno familiar, sin descuidar los aspectos psicológicos, como la baja autoestima, rasgos de ansiedad o depresión y el acoso que muchas veces sufren los niños con sobrepeso".

lunes, 14 de julio de 2008

Las comidas instantáneas ¿hasta qué punto son nutritivas?



A todos nos gusta la comida casera, pero el frenético día a día hace que acudamos a las comidas instantáneas. Alimentos envasados y listos para servir. Este tipo de comidas se presentan de diferentes forma y no hay que confundirlos con los suplementos nutricionales. El portal alimentacion-sana.com divide en tres clases este tipo de productos: los dirigidos a bebés, los de adultos que son precocidos y a los que sólo hay que añadir agua y, el tercero, los alimentos liofilizados o deshidratados dirigidos a personas
que tienen un ritmo de vida particular.


Las comidas instantáneas se deben consumir con poca frecuencia, sobre todo teniendo al alcance de la mano productos frescos que se pueden preparar con gran facilidad. Hay que tener mucho cuidado con las margarinas que contienen las comidas instantáneas y otras series de grasas trans. Además hay fijarse si entre sus componentes se encuentra el glutamato monosódico, porque tener efectos adversos en determinadas personas.


Se puede pensar que como estos productos están en el mercado son aptos para el consumo, pero las personas que son hipertensas y diabéticas deben tener especial atención y sobre todo deberían verificar lo que indican las etiquetas de estos alimentos.


La utilización de estos productos se da principalmente en el mundo urbano y no en el rural, entre otras cosas, por incorporación de la mujer al trabajo y la continua transformación de la industria alimentaria para atender la demanda de los consumidores.


La tecnología (refrigerador, microondas) ha llegado a casi todos los sectores.


Los menús express son elaborados por la industria mediante un proceso específico, añadiendo conservadores y envasados en diversos materiales, lo que les permite mantenerse por mucho más tiempo que los alimentos hechos en casa. Los procesos de industrialización de estos productos y la técnica que se va a utilizar para conservarlos depende de diversos factores como el tipo de alimento, el tiempo de conservación, su costo y a quién van destinados (niños o adultos).

Algunos de los procesos y métodos de conservación son el salazón, la sal es un conservador que provoca que los alimentos pierdan agua, es decir, evita la humedad y por tanto su descomposición; la liofilización, otro proceso de deshidratación. La diferencia radica en que el producto antes de ser deshidratado se congela para posteriormente desecarlo mediante el vacío; el enlatado, los alimentos se preparan, se enlatan y esterilizan (se somete el recipiente cerrado a altas temperaturas para asegurar la destrucción de los gérmenes patógenos); la congelación, los alimentos se congelan a bajas temperaturas para reducir la posibilidad de desarrollo microbiano; envasado al vacío, se elimina todo el oxígeno presente, ya que éste es un oxidante que provoca la descomposición del alimento; atmósferas controladas, se elimina el oxígeno del envase y se sustituye por una serie de gases que protegen el alimento.


De cualquier forma, la incertidumbre acerca de la conveniencia o no de comer productos con aditivos químicos (sustancias añadidas a un alimento con un propósito específico: antioxidantes, saboreadores o colorantes) está presente. Los conservadores que se utilizan actualmente en los alimentos han sido estudiados y aprobados por organismos internacionales y nacionales. Sin embargo, es cierto que algunos alimentos instantáneos tienen alto contenido de sodio (sal), energía o grasas saturadas, que al consumirse en exceso (más de dos veces por semana) pueden dañar la salud, así que lo mejor es consumirlos con moderación.


En Estados Unidos, se calcula que unas 150.000 personas mueren al año a causa de las grasas trans que contienen mayormente algunas de estas comidas instantáneas. No se trata de satanizar estos productos pero es mejor espaciar su consumo. La población debe conocer que si en la etiqueta del producto señala que uno de sus componentes es grasa hidrogenada o parcialmente hidrogena se trata de grasa trans por lo que será mejor evitarlos.


Es preferible consumir productos naturales porque los alimentos instantáneos contienen saborizantes, conservantes y hasta colorantes y en el caso de los niños muy pequeños sería preferible no darles este tipo de alimentos sino papillas naturales. Es mejor hacer comidas sencillas y saludables y en esto se incluye a todos los miembros de la familia. Una mejor opción es hacer sus propios alimentos y congelarlos y aunque se pierdan algunos nutrientes a la hora de calentarlos de todas maneras será mejor que una comida que viene envasada.